El mercado es el nuevo dios de los tiempos modernos. La
economía es su teología, y los economistas, sus teólogos. Los publicistas y
medios de comunicación son sus mejores predicadores, y la mayor parte de los
políticos, sus relaciones públicas. La producción-consumo constituye su rito
religioso central, y la acumulación de beneficios, en forma de capital, objetos
o riquezas, su paraíso en la tierra.
No importa
a qué religión tradicional se pertenezca, no importa cómo se llame el dios al
que se rece ni el templo en el que se haga. No importa a qué etnia o cultura se
pertenezca. No importa siquiera que se sea pobre o rico, que se viva en una
gran metrópolis o en lo más profundo de una selva remota. Lo queramos o no, nos
demos cuenta o no, nuestras vidas cotidianas tienen lugar en el seno de un
culto que rinde tributo al Dios Mercado. Vivimos según las interpretaciones que
hacen los sumos sacerdotes de la voluntad del Dios Mercado. Aunque nunca
hayamos hecho profesión de fe formal para ingresar en esta religión, nos han
ingresado en ella sin pedirnos nuestra opinión y, lo que es más grave, sin que
ni siquiera nos demos cuenta.
No ha
habido en toda la historia de la humanidad un fenómeno de manipulación en masa
tan grande, tan eficaz y tan taimado como éste, dado que la manipulación
perfecta es aquella que no aparece como tal, sino como el orden natural del
mundo.
La religión
del mercado es la religión moderna que proporciona el sistema de valores más
atractivo para la mayor parte de la población mundial. La mayor parte de la
gente, aunque se confiese cristiano, musulmán, budista, ateo, hinduista, judío,
etcétera, ha adoptado y asumido como expresión de la Única Realidad Verdadera y
como Orden Natural del Mundo.
La religión
del mercado es, como veremos, una religión totalitaria que está devastando no
sólo las sociedades humanas, el medio ambiente y los grandes valores de las
civilizaciones a los que se ha llegado después de muchos siglos de evolución,
sino que también está pulverizando los principios y las prácticas espirituales
que enseñan todas las demás religiones, las cuales, hoy por hoy, no han sido
capaces de hacer frente ni contrarrestar el poder de seducción y la influencia
de este nuevo totalitarismo.
Aunque las
guerra y los conflictos han existido desde siempre en la historia de la
humanidad, y muchos de ellos han sido y son de origen religioso, basta con
estudiar la génesis y el desarrollo de la mayor parte de las guerras, de los
conflictos armados, de la degradación ecológica y del desmembramiento de las
sociedades para darse cuenta de que en la base de casi todos ellos se encuentra
la religión del mercado.
La religión
del mercado está basada en un sacramento doble: la producción y el consumo. Lo
que espera de sus adeptos es que produzcan cuanto más mejor (aunque lo que
produzcan no sea de ninguna utilidad real para la vida) y que consuman cuanto
más mejor (aunque lo que consuman no sea de ninguna utilidad real). Aquellos
que cumplan con este sacramento son considerados miembros de pleno derecho y
obtienen el visado al paraíso del beneficio ilimitado destinado a los elegidos.
Extracto del libro “Zen en la Plaza del Mercado”
Del maestro Zen utrerano Dokusho Villálba.