domingo, 29 de septiembre de 2013

El Dios Mercado (Un poco de reflexión)




            El mercado es el nuevo dios de los tiempos modernos. La economía es su teología, y los economistas, sus teólogos. Los publicistas y medios de comunicación son sus mejores predicadores, y la mayor parte de los políticos, sus relaciones públicas. La producción-consumo constituye su rito religioso central, y la acumulación de beneficios, en forma de capital, objetos o riquezas, su paraíso en la tierra.

            No importa a qué religión tradicional se pertenezca, no importa cómo se llame el dios al que se rece ni el templo en el que se haga. No importa a qué etnia o cultura se pertenezca. No importa siquiera que se sea pobre o rico, que se viva en una gran metrópolis o en lo más profundo de una selva remota. Lo queramos o no, nos demos cuenta o no, nuestras vidas cotidianas tienen lugar en el seno de un culto que rinde tributo al Dios Mercado. Vivimos según las interpretaciones que hacen los sumos sacerdotes de la voluntad del Dios Mercado. Aunque nunca hayamos hecho profesión de fe formal para ingresar en esta religión, nos han ingresado en ella sin pedirnos nuestra opinión y, lo que es más grave, sin que ni siquiera nos demos cuenta.

            No ha habido en toda la historia de la humanidad un fenómeno de manipulación en masa tan grande, tan eficaz y tan taimado como éste, dado que la manipulación perfecta es aquella que no aparece como tal, sino como el orden natural del mundo.

            La religión del mercado es la religión moderna que proporciona el sistema de valores más atractivo para la mayor parte de la población mundial. La mayor parte de la gente, aunque se confiese cristiano, musulmán, budista, ateo, hinduista, judío, etcétera, ha adoptado y asumido como expresión de la Única Realidad Verdadera y como Orden Natural del Mundo.

            La religión del mercado es, como veremos, una religión totalitaria que está devastando no sólo las sociedades humanas, el medio ambiente y los grandes valores de las civilizaciones a los que se ha llegado después de muchos siglos de evolución, sino que también está pulverizando los principios y las prácticas espirituales que enseñan todas las demás religiones, las cuales, hoy por hoy, no han sido capaces de hacer frente ni contrarrestar el poder de seducción y la influencia de este nuevo totalitarismo.

            Aunque las guerra y los conflictos han existido desde siempre en la historia de la humanidad, y muchos de ellos han sido y son de origen religioso, basta con estudiar la génesis y el desarrollo de la mayor parte de las guerras, de los conflictos armados, de la degradación ecológica y del desmembramiento de las sociedades para darse cuenta de que en la base de casi todos ellos se encuentra la religión del mercado.

           Sería largo detenerse en las causas y en el proceso histórico mediante el cual ha aparecido esta nueva religión, y no es este el tema central de este libro. El hecho es que la religión del Dios Mercado está aquí, ahora, ampliamente extendida. Sus tentáculos se han infiltrado en el corazón mismo de nuestras instituciones, en nuestro sistema político, en nuestra familia, en nuestras relaciones y en nuestro sistema individual de valores, es decir, en nuestra percepción del mundo y de nuestra función en él.

             Tenemos la responsabilidad individual y el imperativo histórico de tomas conciencia de la realidad en la que vivimos, de la crisis global que estamos atravesando. Necesitamos indagar en sus causas y poner en pie un nuevo sistema de valores que nos permita una existencia realmente humana.

             Tenemos que reconocer que, lo sepamos o no, hemos sido convertidos a una nueva religión. Esta religión, aunque sea de origen europeo y tenga sus raíces en la ética protestante, se ha extendido mundialmente. Su nombre completo podría ser “religión individualista de la economía y del mercado”, pero, abreviando, la llamaré “religión del mercado.

             La religión de mercado es una ideología totalitaria. Convence por la fuerza. Primero por la fuerza de la persuasión y del engaño (publicidad, medios de comunicación), después por la fuerza de la presión económica (si no lo haces como te digo, no podrás sobrevivir) y, por último, por la fuerza de los poderosos ejércitos y la industria armamentística, que trabajan para ella (en el caso de que alguien se obstine en no aceptar sus principios).

         La religión del mercado está basada en un sacramento doble: la producción y el consumo. Lo que espera de sus adeptos es que produzcan cuanto más mejor (aunque lo que produzcan no sea de ninguna utilidad real para la vida) y que consuman cuanto más mejor (aunque lo que consuman no sea de ninguna utilidad real). Aquellos que cumplan con este sacramento son considerados miembros de pleno derecho y obtienen el visado al paraíso del beneficio ilimitado destinado a los elegidos.

            La persuasión de los propagadores de la religión del mercado es tan sutil y eficaz que no nos damos cuenta de que estamos siendo obligados a comulgar con sus ritos. Es más, ni siquiera nos damos cuenta de que estamos siguiendo sus ritos y creemos que lo que hacemos es el resultado de nuestro libre albedrío. Si alguien intenta salirse del ritual impuesto por el Dios Mercado se encontrará marginado, sin trabajo, sin dinero para pagar la comida o un techo, sin tarjeta de crédito, sin crédito…, proscrito…, como lo están millones de seres humanos en el planeta Tierra que aún no han sido iniciados en este ritual moderno.

 

 

Extracto del libro “Zen en la Plaza del Mercado”
Del maestro Zen utrerano Dokusho Villálba.